La sostenibilidad de los espacios verdes resurge en la ciudad. Por Fernando Pozuelo
Los que vivimos en el pueblo quizá entendamos mejor esta definición, la de huerto ecológico. Una denominación que simplemente se refiere al concepto que alude a la práctica que realiza el hombre para aprovechar al máximo los recursos naturales del medio y reducir al máximo su impacto. Desde nuestra infancia hemos crecido viendo a nuestros abuelos y, en algunos casos, a nuestros padres plantar todo tipo de verduras, frutas y plantas en casa.
Pero casi sin darnos cuenta, este concepto tradicional ha ido evolucionando en las grandes ciudades hacía el llamado huerto ecológico urbano. Y es que, la necesidad de apostar por la ecología en la alimentación siempre ha estado presente en la propia naturaleza del ser humano.
Así, los huertos urbanos en nuestro país han dejado de ser un fenómeno testimonial, como ocurría hasta 2006, para convertirse en un movimiento con un fuerte arraigo en muchas ciudades, donde cada vez más gozan de un importante apoyo. Sin embargo, su desarrollo no se hizo real hasta la última década del siglo XX, con más de un siglo de retraso respecto a otros países europeos, a pesar de los múltiples beneficios ambientales, sociales y productivos que estos proporcionan a las ciudades donde se implantan. Barcelona, Sevilla, Vitoria-Gasteiz o San Fernando de Henares son ejemplos de la puesta en marcha de las primeras actuaciones de huertos urbanos en nuestro país.
Pero, ¿cómo se generan estos espacios? ¿cómo se cuidan? La verdad es que el huerto urbano se puede establecer en diferentes zonas, desde los exteriores de la ciudades donde se encuentran espacios habilitados para ello hasta entornos privados. Un ejemplo serían los jardines, que dedican un espacio a esta actividad o, en el caso de no tenerlo, se podría realizar la misma función en terrazas, áticos, balcones, etc. La forma en la que se produce también varia en función del entorno en el que se cultiven. Así, la tierra puede estar en un recinto abierto o en macetas o cajoneras donde la mayoría de las especies que se plantan son autóctonas, naturales y se evitan las transgénicas. Además, se exime el uso de fertilizantes y de productos fitosanitarios químicos. Estos últimos se evitan en favor de los abonos orgánicos, naturales y que provienen de procesos de compostaje natural. No hay que olvidar que los huertos ecológicos urbanos permiten el uso de los cultivos cíclicos, que evitan el agotamiento del suelo.
Además, si hablamos sobre los elementos de confinamiento, se pueden definir dos tipos: los naturales, como las traviesas ecológicas o las borduras de madera, y los reciclados. En cuanto a los sustratos, pueden ser de lana de roca o la fibra de coco, entre otros. Por otra parte, en las coberteras naturales encontramos el serrín, las turbas o los residuos de madera. Todos estos elementos facilitan y contribuyen la creación de estos nuevos espacios.
De esta forma, el auge de los huertos ecológicos en las ciudades es una tendencia en aumento que, sin percatarnos, deja una serie de beneficios tanto para los propios espacios como para las personas, ya que mejora nuestra propia alimentación, haciéndola más natural. La última moda en cuanto a los huertos ecológicos viene de la mano de las comunidades de vecinos o urbanizaciones de alto standing que apuestan por este tipo de servicios como un elemento más de compra que revaloriza la propiedad.