Este 2022 se cumplen tres décadas del año en el que definitivamente todo cambió para España. 1992 es uno de los año con más imágenes icónicas de nuestra historia reciente. Dos acontecimientos permitieron recuperar al país parte de los 40 años perdidos durante la dictadura y ofrecer una imagen moderna al mundo: los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla.
La Expo 92 vino acompañada de una serie de inversiones que comenzaron a cambiar el modo en el que nos moveríamos por toda nuestra geografía: el 21 de abril de 1992 se producía el primer viaje del AVE entre Madrid y Sevilla. Con aquel recorrido de 470,5 km daba comienzo el ferrocarril de alta velocidad español, que no ha parado de crecer desde entonces hasta situarse a la cabeza mundial; con más de 3.700 kilómetros de servicio, se trata de la red de alta velocidad más extensa de Europa y la segunda del mundo, solo por detrás de China. Todo ello con una inversión total que supera los 57.000 millones de euros.
La década de los 90 fue crucial para el desarrollo de la movilidad en el país y su cohesión territorial. Al AVE se le sumó la construcción de autopistas y carreteras de nueva generación que vertebraron buena parte del territorio de una forma desconocida hasta entonces. Aquel tren entre Madrid y Sevilla supuso además la mayor obra de ingeniería desarrollada en nuestro país hasta entonces. Dirigida por el Grupo de Sistemas de Transporte de Siemens, en aquellos 470,5 kilómetros iniciales se invirtieron 3.250 millones de euros para dar a la luz en apena dos años y medio al primer AVE.
El otro gran escaparate del país en aquel histórico 1992 fueron los Juegos Olímpicos de Barcelona. Para muchos siguen siendo los mejores de la época moderna, repleto de imágenes icónicas: desde aquella ceremonia de inauguración dirigida por La Fura dels Baus, el encendido del pebetero olímpico con una flecha lanzada por un arquero o los saltadores de trampolín con la Sagrada Familia de fondo.
Pero no solo fueron unos Juegos Olímpicos modélicos desde el punto de vista organizativo y espectaculares en lo deportivo. Barcelona 92 fue un ejemplo de cómo aprovechar la organización de un evento de este calibre para modernizar y repensar la ciudad. Las obras llevadas a cabo para preparar los Juegos de la XXV Olimpiada se centraron en cambiar profundamente Barcelona, sus infraestructuras y su planteamiento urbano más que en extender sus límites con grandes construcciones. Es por ello que, a diferencia de otras citas olímpicas recientes, convertidas en cementerios de arquitectura moderna y con millones de inversión despilfarrados, Barcelona sigue recogiendo los frutos de aquella planificación tres décadas después.